Post by ·Charlotte· on Jul 7, 2007 15:47:55 GMT -5
Capítulo 2: Coincidencias.
Toda mi vida había actuado.
Desde pequeño, mis padres se habían preocupado en formar en mí el gusto por ello, insistiendo en explotar ciertas cualidades que yo ni siquiera pensaba tener.
Itachi en cambio, sí que las tenía. Había sobresalido de inmediato como una joven promesa, a tal punto que pronto habían abandonado cualquier intención de encauzar mi camino en dicha dirección, ocupándose sólo y exclusivamente de él.
En ese entonces no me importaba mucho.
Sólo que…ese estado de seudo conciencia, esa cómoda arbitrariedad con respecto a la vida en sí, no duraría nada…
Nada dura para siempre, eso está claro. Sólo que algunas cosas tienen la extraña capacidad de punzar justamente donde es más doloroso. No porque fuera un pequeño cobarde, o un gran llorón…aunque sí, de hecho. Además de ser pequeño…y débil.
Odiosamente débil.
No es sino hasta el día de hoy que me cuestiono demasiadas cosas…y no consigo encontrar más que enormes “quizás”, “tal vez” que lejos están de redimir un poco de los sentimientos que me acosan noche tras noche.
No quería dormir, pero lo necesitaba.
Al menos para evitar que las ojeras en mi rostro fueran más evidentes, al punto de tener que estar sentado a la merced de una estúpida maquilladora por más de una hora, arreglando un “rostro que de por sí es hermoso, pero con un poco de esto y aquello resplandece como el sol”
¿Dije estúpida? Quise decir, idiota.
Eres un Uchiha.
Me levanté de inmediato de mi cama.
Sonreí al notar que, como siempre apenas si había desordenado el montón de frazadas y sábanas. Parecía un muerto cuando dormía, según me habían dicho. Sólo faltaba que cruzara mis brazos alrededor de mi pecho, y bien podía estar en un ataúd en lugar de una cama.
Miré de reojo el reloj: cuatro de la mañana.
De acuerdo, era demasiado temprano para ir a la oficina de Kakashi a llevarle el guión y ni hablar de ir a conocer mis dichosos compañeros de filmación…aunque esto último me daba un no sé que en la piel.
La piel…
Me venían a la mente un par de carnosos labios rosados. Me imaginaba a mí mismo devorándolos, lamiendo y relamiendo la suavidad de su tersura, saciándome tanto de sus mejillas como de todo su rostro.
Besaría su frente, apartando los mechones de cabello que se impusieran en mi camino, sintiendo con cuidado los temblores de aquella criatura bajo mi dominio. Luego, recorrería todo el camino por su blanquísimo cuello, sin dejar un sitio virgen de mis labios sedientos, llegando a sus pechos…donde cometería más y más pecados con mi boca.
Su vientre sería donde reposaría. Y luego, retomaría camino, más abajo todavía. Abriría paso hasta el punto culmine, hasta el punto mismo donde la razón de esa criatura se esfumaría por completo. Recorrería con mi lengua todos esos recovecos prohibidos, una vez, y otra vez más.
-Las fantasías…no se acaban-murmuré para mí, dejándome caer de nuevo en la cama.
Me encontraba reposando boca arriba, permitiendo que mi mente hiciera lo que quisiera con mi cuerpo.
Miré mi entrepierna y no me sorprendió lo que vi.
Era gracioso pensar que luego de tantas y tantas películas subidas de tono, nunca hubiera experimentado lo que era una relación fuera de las cámaras.
No por falta de oportunidades, he de aclarar.
Salvo las cuarentonas que se ofrecían como si yo no tuviera nada mejor que hacer que colgarme de sus cuellos arrugados y sus pechos caídos, había algunas muchachas bastante…lindas, que habían querido saber que había tras el personaje de gigoló que siempre me daban a interpretar.
Tras el personaje, o tras mi ropa interior.
Sin embargo, nunca me había interesado aquello de las relaciones casuales. No por frivolidad, o por alguna clase de frigidez.
Sabía bien lo que era tocar, ser tocado y hasta la expresión del amante al momento de llegar al éxtasis. Conocía lo que eran los cuerpos transpirados, que juntos avanzan con paso decidido hasta la perversión y a la vez, la más dulce de las drogas.
Aunque todo eso fuera actuado.
Podía pensar que así eran las cosas cuando eran reales…creo.
-Sin tan sólo pudieras ver…-recordé, y por millonésima vez, arremetí con la lectura del libreto.
El personaje que me tocaba interpretar era un joven estudiante de preparatoria, al igual que en el 99% de las historias en las que estaba incluido. La historia de él era peligrosamente parecida a la mía, pues no tenía familia y como consecuencia de ello, había caído en una gran cantidad de vicios.
Drogas, alcohol, mujeres, y…sexo.
Suspiré.
Mi personaje era extrovertido, alegre de una manera algo retorcida, líder de una banda de música que, obviamente, estaba tan envuelta como él en su misma decadencia.
Todo ello sumaba varios puntos con los que no sabía si estaba dispuesto a lidiar.
Primero, el hecho de tener que interpretar una personalidad tan contraria a la mía podía resultar atrayente, de no ser por el hecho, que nunca me lo había planteado y no tenía idea de cómo acabaría dicha empresa.
Segundo, tendría que tener una buena, o al menos, aceptable, relación con mis compañeros, cosa que tampoco se me daba muy bien. Siempre había tenido mejor trato, y esto es claramente una manera de decir, con las mujeres con las que trabajaba.
Únicamente por las dobles intenciones que guardaban hacia mi persona…
Los hombres con los que había tenido que intentar entablar una seudo relación de amistad, casi siempre me veían como un “niño bonito”, como un patético sujeto sin talento que no sabía, sino, explorar lo que era a la vista del resto de las personas, “un cuerpo y un rostro privilegiados”.
Ambas cosas me tenían sin cuidado.
Quizá porque nadie se ve como el resto de las personas lo ve, pero el tema de la apariencia se escapaba a mis prioridades. O algo así. No me pasaba horas enteras cuidando mi piel, ni siquiera yendo al gimnasio a mantener o trabajar mi cuerpo.
Es algo, natural. Envidiable, de acuerdo, pero natural al fin.
Miré la hora del reloj de mi mesa de luz. Increíblemente, sólo habían transcurridos escasos diez minutos desde que había comenzado a conversar conmigo mismo sobre…Dios, tantas idioteces.
Arrojé el libreto por ahí y me di media vuelta. El control remoto de la televisión parecía invitarme a tomarlo para perder el tiempo con algún film o algo por el estilo, pero el montón de hojas que ahora parecían apuntes desordenados de un estudiante universitario cualquiera, amenazaban de nuevo con invadir mis pensamientos.
-Esa muchacha…-y no tuve que ser demasiado locuaz para saber que ambos teníamos el mismo guión en mano. Y que, luego de hacer una revisión larga de los personajes, ella bien podría estar aspirando a quien sería la pareja de mi personaje.
Eso resultaba extrañamente excitante, por algún motivo que no podía especificar. De ella no había pensado más que cosas que habían endurecido cierta cosa en mi entrepierna, pero ya…
Debía dormir, maldición.
Una vez más, solo una vez más.
No me dañaría intentarlo una vez más, ¿o sí?
Si tan sólo existiera una manera de evitarlo, sin duda que optaría por ella, pero ahora mismo no veo una salida a esta situación. Debo controlarme, no dejarme llevar y ocultar al máximo todas estas sensaciones.
Sólo es actuación, sólo es una maldita actuación. Yo no soy quien está besando a este sujeto tan desagradable, ni es a mí a quien sus manos asquerosas recorren. No estoy aquí, no soy yo, no es a mí.
Mi alma está tan lejos que no siento…nada. O nada es lo que quiero sentir al menos, porque todo esto me está provocando náuseas.
-¡Corten!
Bendita sea la voz del director. ¡Estoy tan tentada de irme corriendo de aquí sin esperar siquiera a ver si pude conseguir el papel…! Pero claro, sería haber ofrecido un poco más de mi dignidad en vano, ¿verdad? Y este gran pervertido se hubiera sacado gratis el manoseo menos sutil del año.
-Sakura, ¿puedes acercarte un poco, por favor?
Genial, simplemente genial.
O debo decir: Felicidades, Sakura. Nuevamente tu cara ha vendido lo que son tus pensamientos y, oh casualidad, el director de la obra dice que no necesita jovencitas pretenciosas y distraídas en escena.
Genial, genial, genial.
Esta vez he perdido la cuenta de la de ocasiones en las que por azares de la vida, en las audiciones me ha tocado la escena previa al sexo, y de compañero, al sujeto más asqueroso que puede tener un reparto. El que probablemente sólo haya tomado clases de actuación esperando esa clase de situaciones para dar rienda suelta a quien sabe que cantidad de bajos instintos.
Genial.
-Quizá la próxima, Sakura. Este papel definitivamente no era para ti, querida-el director de la obra endulzó falsamente su voz-Te llamaré cuando tenga algo que pueda interesarte, ¿sí?
-Claro…-murmuré por lo bajo-¡Esperaré ansiosa, entonces!-esto último sonaba especialmente artificial.
Aunque, en verdad estaría al lado del teléfono.
Más que nada, porque ansiaba actuar, con una necesidad que pocas personas comprenderían.
Tenía demasiados deseos de explorar hasta que punto podía llevar mi trabajo, para darle algún motivo de orgullo a la que había sido mi mentora durante casi toda mi adolescencia.
Madame Tsunade. Una de las mejores actrices que había conocido el teatro y el Cine.
-¿Sakura?-solía aparecer por mi habitación, cuando vivía con ella en lo que habíamos denominado “La maison de l'Art”.
-¿Si, madame Tsunade?
Siempre sonreía con un gesto que podía parecer maternal.
- Aún leyendo “Sueño de una noche de verano”, ¿eh? ¿Cuántas veces hemos trabajado esa historia? ¿Diez, o veinte veces quizá? ¿No es hora de lo que vayas dejando, pequeña?-sugirió, dando un rápido repaso a mi habitación, repleta de guiones y libros por todos lados, exageradamente marcados con notas y aclaraciones.
-Es que sigue igualmente cautivadora que el primer día que me ordenó leerla-repuse, abrazando el ejemplar, ya gastado por los años, que Madame Tsunade me había obsequiado al ingresar a su Maison.
-Ah, Sakura-chan…-susurró, mientras me abrazaba- Estuviste muy bien cuando interpretamos algunas líneas con las otras muchachas, y sigues avanzando de una manera que me llena de alegría. No podría estar más conforme contigo-expresó, acariciando mi cabello-Sé que tienes potencial. Estoy segura que pronto conseguirás realizar cosas grandiosas con tu arte.
-Si…
-Uff…-bufé, al entrar a mi pequeño departamento.
Y digo pequeño en todo el sentido de la palabra, llegando a veces a ser más apropiado decir “diminuto”. Al entrar, me topaba con mi sala de estar, que a la vez era mi habitación, pues el sofá se volvía una confortable cama por la noche.
De un lado, el derecho, estaba la puerta que conducía a otro cuarto, el baño.
Nada de tinas. Una ducha con una cortina transparente y gracias.
Las ventajas de vivir sola.
No tenía de qué preocuparme, si alguien me veía como Dios me había traído al mundo o algo por el estilo.
Era yo, conmigo, y nadie más.
Claro que de vez en cuando, alguna amiga se quedaba a dormir. Entonces, compartía mi “cama” con otro ser.
Siempre amigas, nunca hombres. Eso no.
Fui derecho a mi mini refrigerador. Tenía muchas cosas que resultaban muy poco saludables, y que en nada ayudaban a mantener una figura más o menos decente, pero en ese momento debía matar la depresión.
Era algo así como la décima audición que resultaba en un gran fracaso. Y cosas así no resultaban nada alentadoras, menos cuando llevaba todo el año intentando y tratando sin conseguir un mínimo papel.
Me deshice de mis zapatos, mandándolos a volar. Algo de lo que no podía quejarme por mucho que quisiera, era de la tibieza de mi hogar. El suelo siempre estaba calentito, permitiéndome andar descalza sin mayor problema.
Di un vistazo a mi máquina contestadora. Aplasté el botón que tenía al lado la luz titilante y me dirigí a mi sofá-cama.
Usted tiene: dos mensajes nuevos. Primer mensaje:
-¿Hola, hola? Ah, Sakura-chan, lamento mucho no encontrarte en casa. Me imagino que sí habrás leído el libreto que te pasé, ¿verdad? Confío en que sí, pues la audición es mañana, o que digo, hoy. Son las tres de la mañana, creo. Llámame si llegas antes de las diez, que es la hora de la audición ¿quieres? La dirección está escrita en la tapa de la carpeta que te pasé…creo. En fin, mejor no me llames, te veré allí.
-¿¡Diez de la mañana?! Dios mío…-grité al escuchar la voz de Madame Tsunade. Debía dormirme aunque fuera a golpes. Faltaban sólo 5 horas.
Definitivamente, era la última vez que dejaba que una puta audición se extendiera tanto.
Segundo mensaje:
-Hola, frente de marquesina…
Recordaba a la perfección quien me hablaba de esa manera. Ino Yamanaka, ex compañera en la Maison de L’Art. A ella sí que le había ido bien.
… Me he enterado que estaremos en la misma audición mañana, y quería recordarte que ni en sueños podrás quedarte con el protagónico femenino. Ese papel es mío, más aún sabiendo quién podría ser mi pareja. ¿Puedes creerlo? Ah, es verdad…tú estás demasiado ocupada con esas producciones amateur que no debes ni saber quienes estarán. En fin, cuídate frentezota….ah, por cierto, ¡soy Ino!
-Claro, Ino. Claro.
Ya estaba alistada para dormir, o al menos intentarlo. Tomé la carpeta en la cual había guardado el libreto. Abriendo con cuidado las solapas, me quedé viendo la cubierta.
-Si tan sólo pudieras ver…-repetí para mí y recordé al joven que me había devuelto esa hoja, luego de que en un descuido mío se fuera casi volando.
De acuerdo. Sí se había ido volando.
No debía practicar en el parque, lo sabía, menos cuando hacía frío, o cuando el viento indicaba que llovería o algo así. Pero era costumbre.
-Lástima, no pude darle las gracias-suspiré, acomodándome bajo las frazadas que terminarían en el suelo- Apenas pude ver su rostro- me reproché, pues no tenía puestas mis gafas esa tarde. Me había costado horrores leer las letras que normalmente no presentarían mayores dificultades, pero que en ese momento resultaban hormiguitas bailando la macarena.
¿Y si era apuesto? Probablemente había quedado como una cegatona descuidada. ¿Y si era el futuro padre de mis hijos? ¿Y si había perdido la oportunidad de conocer a alguien? Entonces quedaría soltera para siempre.
Diablos. Mierda.
-Déjate de tonterías, Sakura. Debes concentrarte. Debes dormir. Debes dejar de pensar. Debes lograrlo-me dije mentalmente- Probablemente quedé como una idiota…-sollocé y de inmediato me grité-¡Deja de pensar, de una puta vez!
No tenía caso querer pensar en alguien que nunca más volvería a ver.
¿O sí?
Nunca se sabe cuando puede un cuento volverse realidad.
-Nota: Luego de una demora, que se me fue de las manos, les dejo la continuación. Espero no me apaleen.
Prometo que me pondré más las pilas para seguir el fic^^
Besos para todas!
Charlotte
Toda mi vida había actuado.
Desde pequeño, mis padres se habían preocupado en formar en mí el gusto por ello, insistiendo en explotar ciertas cualidades que yo ni siquiera pensaba tener.
Itachi en cambio, sí que las tenía. Había sobresalido de inmediato como una joven promesa, a tal punto que pronto habían abandonado cualquier intención de encauzar mi camino en dicha dirección, ocupándose sólo y exclusivamente de él.
En ese entonces no me importaba mucho.
Sólo que…ese estado de seudo conciencia, esa cómoda arbitrariedad con respecto a la vida en sí, no duraría nada…
Nada dura para siempre, eso está claro. Sólo que algunas cosas tienen la extraña capacidad de punzar justamente donde es más doloroso. No porque fuera un pequeño cobarde, o un gran llorón…aunque sí, de hecho. Además de ser pequeño…y débil.
Odiosamente débil.
No es sino hasta el día de hoy que me cuestiono demasiadas cosas…y no consigo encontrar más que enormes “quizás”, “tal vez” que lejos están de redimir un poco de los sentimientos que me acosan noche tras noche.
No quería dormir, pero lo necesitaba.
Al menos para evitar que las ojeras en mi rostro fueran más evidentes, al punto de tener que estar sentado a la merced de una estúpida maquilladora por más de una hora, arreglando un “rostro que de por sí es hermoso, pero con un poco de esto y aquello resplandece como el sol”
¿Dije estúpida? Quise decir, idiota.
Eres un Uchiha.
Me levanté de inmediato de mi cama.
Sonreí al notar que, como siempre apenas si había desordenado el montón de frazadas y sábanas. Parecía un muerto cuando dormía, según me habían dicho. Sólo faltaba que cruzara mis brazos alrededor de mi pecho, y bien podía estar en un ataúd en lugar de una cama.
Miré de reojo el reloj: cuatro de la mañana.
De acuerdo, era demasiado temprano para ir a la oficina de Kakashi a llevarle el guión y ni hablar de ir a conocer mis dichosos compañeros de filmación…aunque esto último me daba un no sé que en la piel.
La piel…
Me venían a la mente un par de carnosos labios rosados. Me imaginaba a mí mismo devorándolos, lamiendo y relamiendo la suavidad de su tersura, saciándome tanto de sus mejillas como de todo su rostro.
Besaría su frente, apartando los mechones de cabello que se impusieran en mi camino, sintiendo con cuidado los temblores de aquella criatura bajo mi dominio. Luego, recorrería todo el camino por su blanquísimo cuello, sin dejar un sitio virgen de mis labios sedientos, llegando a sus pechos…donde cometería más y más pecados con mi boca.
Su vientre sería donde reposaría. Y luego, retomaría camino, más abajo todavía. Abriría paso hasta el punto culmine, hasta el punto mismo donde la razón de esa criatura se esfumaría por completo. Recorrería con mi lengua todos esos recovecos prohibidos, una vez, y otra vez más.
-Las fantasías…no se acaban-murmuré para mí, dejándome caer de nuevo en la cama.
Me encontraba reposando boca arriba, permitiendo que mi mente hiciera lo que quisiera con mi cuerpo.
Miré mi entrepierna y no me sorprendió lo que vi.
Era gracioso pensar que luego de tantas y tantas películas subidas de tono, nunca hubiera experimentado lo que era una relación fuera de las cámaras.
No por falta de oportunidades, he de aclarar.
Salvo las cuarentonas que se ofrecían como si yo no tuviera nada mejor que hacer que colgarme de sus cuellos arrugados y sus pechos caídos, había algunas muchachas bastante…lindas, que habían querido saber que había tras el personaje de gigoló que siempre me daban a interpretar.
Tras el personaje, o tras mi ropa interior.
Sin embargo, nunca me había interesado aquello de las relaciones casuales. No por frivolidad, o por alguna clase de frigidez.
Sabía bien lo que era tocar, ser tocado y hasta la expresión del amante al momento de llegar al éxtasis. Conocía lo que eran los cuerpos transpirados, que juntos avanzan con paso decidido hasta la perversión y a la vez, la más dulce de las drogas.
Aunque todo eso fuera actuado.
Podía pensar que así eran las cosas cuando eran reales…creo.
-Sin tan sólo pudieras ver…-recordé, y por millonésima vez, arremetí con la lectura del libreto.
El personaje que me tocaba interpretar era un joven estudiante de preparatoria, al igual que en el 99% de las historias en las que estaba incluido. La historia de él era peligrosamente parecida a la mía, pues no tenía familia y como consecuencia de ello, había caído en una gran cantidad de vicios.
Drogas, alcohol, mujeres, y…sexo.
Suspiré.
Mi personaje era extrovertido, alegre de una manera algo retorcida, líder de una banda de música que, obviamente, estaba tan envuelta como él en su misma decadencia.
Todo ello sumaba varios puntos con los que no sabía si estaba dispuesto a lidiar.
Primero, el hecho de tener que interpretar una personalidad tan contraria a la mía podía resultar atrayente, de no ser por el hecho, que nunca me lo había planteado y no tenía idea de cómo acabaría dicha empresa.
Segundo, tendría que tener una buena, o al menos, aceptable, relación con mis compañeros, cosa que tampoco se me daba muy bien. Siempre había tenido mejor trato, y esto es claramente una manera de decir, con las mujeres con las que trabajaba.
Únicamente por las dobles intenciones que guardaban hacia mi persona…
Los hombres con los que había tenido que intentar entablar una seudo relación de amistad, casi siempre me veían como un “niño bonito”, como un patético sujeto sin talento que no sabía, sino, explorar lo que era a la vista del resto de las personas, “un cuerpo y un rostro privilegiados”.
Ambas cosas me tenían sin cuidado.
Quizá porque nadie se ve como el resto de las personas lo ve, pero el tema de la apariencia se escapaba a mis prioridades. O algo así. No me pasaba horas enteras cuidando mi piel, ni siquiera yendo al gimnasio a mantener o trabajar mi cuerpo.
Es algo, natural. Envidiable, de acuerdo, pero natural al fin.
Miré la hora del reloj de mi mesa de luz. Increíblemente, sólo habían transcurridos escasos diez minutos desde que había comenzado a conversar conmigo mismo sobre…Dios, tantas idioteces.
Arrojé el libreto por ahí y me di media vuelta. El control remoto de la televisión parecía invitarme a tomarlo para perder el tiempo con algún film o algo por el estilo, pero el montón de hojas que ahora parecían apuntes desordenados de un estudiante universitario cualquiera, amenazaban de nuevo con invadir mis pensamientos.
-Esa muchacha…-y no tuve que ser demasiado locuaz para saber que ambos teníamos el mismo guión en mano. Y que, luego de hacer una revisión larga de los personajes, ella bien podría estar aspirando a quien sería la pareja de mi personaje.
Eso resultaba extrañamente excitante, por algún motivo que no podía especificar. De ella no había pensado más que cosas que habían endurecido cierta cosa en mi entrepierna, pero ya…
Debía dormir, maldición.
***
Una vez más, solo una vez más.
No me dañaría intentarlo una vez más, ¿o sí?
Si tan sólo existiera una manera de evitarlo, sin duda que optaría por ella, pero ahora mismo no veo una salida a esta situación. Debo controlarme, no dejarme llevar y ocultar al máximo todas estas sensaciones.
Sólo es actuación, sólo es una maldita actuación. Yo no soy quien está besando a este sujeto tan desagradable, ni es a mí a quien sus manos asquerosas recorren. No estoy aquí, no soy yo, no es a mí.
Mi alma está tan lejos que no siento…nada. O nada es lo que quiero sentir al menos, porque todo esto me está provocando náuseas.
-¡Corten!
Bendita sea la voz del director. ¡Estoy tan tentada de irme corriendo de aquí sin esperar siquiera a ver si pude conseguir el papel…! Pero claro, sería haber ofrecido un poco más de mi dignidad en vano, ¿verdad? Y este gran pervertido se hubiera sacado gratis el manoseo menos sutil del año.
-Sakura, ¿puedes acercarte un poco, por favor?
Genial, simplemente genial.
O debo decir: Felicidades, Sakura. Nuevamente tu cara ha vendido lo que son tus pensamientos y, oh casualidad, el director de la obra dice que no necesita jovencitas pretenciosas y distraídas en escena.
Genial, genial, genial.
Esta vez he perdido la cuenta de la de ocasiones en las que por azares de la vida, en las audiciones me ha tocado la escena previa al sexo, y de compañero, al sujeto más asqueroso que puede tener un reparto. El que probablemente sólo haya tomado clases de actuación esperando esa clase de situaciones para dar rienda suelta a quien sabe que cantidad de bajos instintos.
Genial.
-Quizá la próxima, Sakura. Este papel definitivamente no era para ti, querida-el director de la obra endulzó falsamente su voz-Te llamaré cuando tenga algo que pueda interesarte, ¿sí?
-Claro…-murmuré por lo bajo-¡Esperaré ansiosa, entonces!-esto último sonaba especialmente artificial.
Aunque, en verdad estaría al lado del teléfono.
Más que nada, porque ansiaba actuar, con una necesidad que pocas personas comprenderían.
Tenía demasiados deseos de explorar hasta que punto podía llevar mi trabajo, para darle algún motivo de orgullo a la que había sido mi mentora durante casi toda mi adolescencia.
Madame Tsunade. Una de las mejores actrices que había conocido el teatro y el Cine.
-¿Sakura?-solía aparecer por mi habitación, cuando vivía con ella en lo que habíamos denominado “La maison de l'Art”.
-¿Si, madame Tsunade?
Siempre sonreía con un gesto que podía parecer maternal.
- Aún leyendo “Sueño de una noche de verano”, ¿eh? ¿Cuántas veces hemos trabajado esa historia? ¿Diez, o veinte veces quizá? ¿No es hora de lo que vayas dejando, pequeña?-sugirió, dando un rápido repaso a mi habitación, repleta de guiones y libros por todos lados, exageradamente marcados con notas y aclaraciones.
-Es que sigue igualmente cautivadora que el primer día que me ordenó leerla-repuse, abrazando el ejemplar, ya gastado por los años, que Madame Tsunade me había obsequiado al ingresar a su Maison.
-Ah, Sakura-chan…-susurró, mientras me abrazaba- Estuviste muy bien cuando interpretamos algunas líneas con las otras muchachas, y sigues avanzando de una manera que me llena de alegría. No podría estar más conforme contigo-expresó, acariciando mi cabello-Sé que tienes potencial. Estoy segura que pronto conseguirás realizar cosas grandiosas con tu arte.
-Si…
-Uff…-bufé, al entrar a mi pequeño departamento.
Y digo pequeño en todo el sentido de la palabra, llegando a veces a ser más apropiado decir “diminuto”. Al entrar, me topaba con mi sala de estar, que a la vez era mi habitación, pues el sofá se volvía una confortable cama por la noche.
De un lado, el derecho, estaba la puerta que conducía a otro cuarto, el baño.
Nada de tinas. Una ducha con una cortina transparente y gracias.
Las ventajas de vivir sola.
No tenía de qué preocuparme, si alguien me veía como Dios me había traído al mundo o algo por el estilo.
Era yo, conmigo, y nadie más.
Claro que de vez en cuando, alguna amiga se quedaba a dormir. Entonces, compartía mi “cama” con otro ser.
Siempre amigas, nunca hombres. Eso no.
Fui derecho a mi mini refrigerador. Tenía muchas cosas que resultaban muy poco saludables, y que en nada ayudaban a mantener una figura más o menos decente, pero en ese momento debía matar la depresión.
Era algo así como la décima audición que resultaba en un gran fracaso. Y cosas así no resultaban nada alentadoras, menos cuando llevaba todo el año intentando y tratando sin conseguir un mínimo papel.
Me deshice de mis zapatos, mandándolos a volar. Algo de lo que no podía quejarme por mucho que quisiera, era de la tibieza de mi hogar. El suelo siempre estaba calentito, permitiéndome andar descalza sin mayor problema.
Di un vistazo a mi máquina contestadora. Aplasté el botón que tenía al lado la luz titilante y me dirigí a mi sofá-cama.
Usted tiene: dos mensajes nuevos. Primer mensaje:
-¿Hola, hola? Ah, Sakura-chan, lamento mucho no encontrarte en casa. Me imagino que sí habrás leído el libreto que te pasé, ¿verdad? Confío en que sí, pues la audición es mañana, o que digo, hoy. Son las tres de la mañana, creo. Llámame si llegas antes de las diez, que es la hora de la audición ¿quieres? La dirección está escrita en la tapa de la carpeta que te pasé…creo. En fin, mejor no me llames, te veré allí.
-¿¡Diez de la mañana?! Dios mío…-grité al escuchar la voz de Madame Tsunade. Debía dormirme aunque fuera a golpes. Faltaban sólo 5 horas.
Definitivamente, era la última vez que dejaba que una puta audición se extendiera tanto.
Segundo mensaje:
-Hola, frente de marquesina…
Recordaba a la perfección quien me hablaba de esa manera. Ino Yamanaka, ex compañera en la Maison de L’Art. A ella sí que le había ido bien.
… Me he enterado que estaremos en la misma audición mañana, y quería recordarte que ni en sueños podrás quedarte con el protagónico femenino. Ese papel es mío, más aún sabiendo quién podría ser mi pareja. ¿Puedes creerlo? Ah, es verdad…tú estás demasiado ocupada con esas producciones amateur que no debes ni saber quienes estarán. En fin, cuídate frentezota….ah, por cierto, ¡soy Ino!
-Claro, Ino. Claro.
Ya estaba alistada para dormir, o al menos intentarlo. Tomé la carpeta en la cual había guardado el libreto. Abriendo con cuidado las solapas, me quedé viendo la cubierta.
-Si tan sólo pudieras ver…-repetí para mí y recordé al joven que me había devuelto esa hoja, luego de que en un descuido mío se fuera casi volando.
De acuerdo. Sí se había ido volando.
No debía practicar en el parque, lo sabía, menos cuando hacía frío, o cuando el viento indicaba que llovería o algo así. Pero era costumbre.
-Lástima, no pude darle las gracias-suspiré, acomodándome bajo las frazadas que terminarían en el suelo- Apenas pude ver su rostro- me reproché, pues no tenía puestas mis gafas esa tarde. Me había costado horrores leer las letras que normalmente no presentarían mayores dificultades, pero que en ese momento resultaban hormiguitas bailando la macarena.
¿Y si era apuesto? Probablemente había quedado como una cegatona descuidada. ¿Y si era el futuro padre de mis hijos? ¿Y si había perdido la oportunidad de conocer a alguien? Entonces quedaría soltera para siempre.
Diablos. Mierda.
-Déjate de tonterías, Sakura. Debes concentrarte. Debes dormir. Debes dejar de pensar. Debes lograrlo-me dije mentalmente- Probablemente quedé como una idiota…-sollocé y de inmediato me grité-¡Deja de pensar, de una puta vez!
No tenía caso querer pensar en alguien que nunca más volvería a ver.
¿O sí?
Nunca se sabe cuando puede un cuento volverse realidad.
-Nota: Luego de una demora, que se me fue de las manos, les dejo la continuación. Espero no me apaleen.
Prometo que me pondré más las pilas para seguir el fic^^
Besos para todas!
Charlotte